4 de enero de 2010

Vacaciones



Estos días me estoy dando cuenta de que (exceptuando las vacaciones de Semana Santa, en las que no me da tiempo a hacer algo diferente) a medida que creces, vas aprovechando más y más los periodos vacacionales. Me explico.

Cuando eres pequeñito, no tienes tiempo más que de ir a jugar a la plaza del Funicular o pegar a las cuatro palomas de turno. Esto cambia a medida que te va saliendo el pelo en los sobacos. Primero ves que las vacaciones cada vez son más cortas, para todas las cosas que tienes pensado hacer; tanto las obligatorias como las ociosas.

Llega un extremo, como el de estas vacaciones navideñas, en el que cada día es diferente al anterior: Un día en el concierto de Fito, otro compartiendo el rato con el amigo Gallego, otro haciendo las compras de rigor, visitas a la familia, grandes comidas, cenas de reencuentros con los amigos, trabajos esporádicos, cabalgatas y desfiles, fines de semana románticos, galas de noches especiales, estudio, trabajos... Con todo esto, únicamente quedan ciertos minutos sueltos al día para dedicártelos a tí. Por eso creo que son los momentos precisos para escribir, leer o a veces esto que se me olvida... Dormir.

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